Tenía mucho tiempo queriendo escribir de esto pero siento que no estamos listos para atravesar esta conversación en la profundidad y visceralidad con la que me gusta a mi atravesar la experiencia misma.
Pero hace unos días me encontré con el texto de Karol “Lo siento, ChatGPT no es tu bestie” y no pude sentir desde adentro el vómito textual de lo que tengo por decir. Estas ideas se vienen cocinando adentro desde hace un tiempo.
Desde que tengo memoria he crecido escuchando a mi papá hablar de los avances tecnológicos. Lo recuerdo hablar con entusiasmo sobre un Chip que te introducirías y tendrías el acceso a toda la información.
La tecnología es relativamente nueva en la humanidad. Desconocemos por completo las implicaciones que tienen crecer con tanta tecnología al rededor. Sin embargo, ya son evidentes las secuelas, el impacto y el daño que le está haciendo a la humanidad.
Adiós a los vínculos, la interacción humana y el sentido de pertenencia.
El constante uso de la IA (porque ya ni sé cuantas fuentes existen) para resolver nuestras dudas nos está llevando a un aislamiento total. No fue suficiente la pandemia y el aislamiento para darnos cuenta de nuestra necesidad de comunidad, ahora podemos salir pero elegimos conversar con ChatGPT.
Personal -y profesionalmente- me preocupa. Son múltiples los casos que recibo en consulta de personas con ansiedad social, dificultades para establecer vínculos y encontrar sentido de pertenencia. Estas son necesidades humanas básicas que implican una exposición a la incomodidad, a la mirada del otro, al juicio, al rechazo, a la incertidumbre.
En la medida en la que más interactúas con un algoritmo que sabe justo lo que necesitas escuchar, tu margen de tolerancia y capacidad para habitar los espacios sociales disminuye. Incrementará la ansiedad y la inseguridad pero también negaremos nuestras necesidades básicas.
Estamos erradicando nuestra capacidad para hacernos cargo de nuestras necesidades. Es como tener hambre y no saber masticar porque me da miedo ahogarme con el alimento.
La necesidad de vinculación no se irá a ningún lado y su falta de satisfacción nos enferma, literalmente.
Adiós a la tolerancia a la espera, la incertidumbre y la duda.
Para nadie es un secreto que estamos reforzados a la gratificación inmediata y que nuestro cerebro necesita un détox de dopamina. Las personas ya no saben esperar.
¿Se acuerdan cuando obtener una respuesta implicaba un esfuerzo? Un tiempo de búsqueda, de lectura, una respuesta por parte de otra persona, un espacio para habitar la pregunta sin la respuesta inmediata. Un momento de pausa, reflexión y discernimiento sobre la información que estamos investigando.
¿Qué está pasando con nuestra tolerancia al vacío en la medida en la que todas las preguntas se responden en cuestión de segundos?
Adiós a la presencia corporal, la consciencia emocional y la intuición.
Estamos perdiendo lo más fundamental de nuestra experiencia humana. La presencia. Alimentamos tanto la mente y el racional que nos olvidamos lo esencial de la vida; lo sensible y emocional.
Sanar no es entender. Sanar no es comprender. Sanar no es tener claridad del porqué. Sanar es incrementar la capacidad para estar presente con todo lo que sientes y la IA no puede hacerte sentir eso. Eso es algo que se construye fuera de las pantallas, fuera del pensamiento y del razonamiento.
Entre más ruido encuentro en la mente, menos presencia tengo en el cuerpo. La IA nos está fragmentando cada vez más. Aislando la presencia corporal y sensorial y priorizando una estimulación mental y cognitiva sin un tiempo-espacio de integración.
Adiós a la empatía, la compasión y la capacidad para ser espacio seguro.
Si poca habilidad tengo para habitar mi sensibilidad emocional, poca capacidad tengo para contener emocionalmente al otro. Es simple, la empatía radica en mi capacidad para sentir lo que el otro siente, no porque yo haya estado en su lugar sino porque yo he sentido la misma emoción.
He estado triste por lo tanto empatizo con tu tristeza en este momento.
La IA está desconectando a las personas de sus propias emociones, brindando soluciones inmediatas y racionales a lo irracional. Esta poca tolerancia a ser emocional disminuirá nuestra capacidad para sentir empatía y nos llevará; inconscientemente, a minimizar constantemente la experiencia sensible del otro.
Es muy simple, lo que no toleras en ti, no lo toleras en otro.
Adiós al pensamiento crítico y al discernimiento.
La falta de capacidad para habitar la duda, la incertidumbre y quedarme con las preguntas sin respuesta dificulta la posibilidad de desarrollar un pensamiento crítico y un discernimiento.
Si cada vez que tengo una pregunta, recibo una respuesta, ¿dónde quedó mi capacidad para habitar la libertad de pensamiento?
Estamos en una era delicada, las personas tienen pereza mental. No quieren pensar y no quieren cuestionar, necesitan la respuesta ya y con tal de aliviar la espera de una respuesta, se quedan con la primera conclusión.
ChatGPT se ha vuelto el nuevo Dios. Nadie lo cuestiona. Nadie duda de el. Todos lo siguen a ciegas. ¿Para que cuestionamos tanto las religiones si ahora nos tragamos entero todo lo que la IA nos dice?
A mi si me parece que los tiempos que habitamos son delicados. Yo si creo que es importante levantar la voz. Esto no es una revolución en contra de la tecnología. Es un llamado a la consciencia y al discernimiento. Un llamado a reconocer lo que significa ser un humano, escuchar hacia adentro y abrirnos un camino libre en el mundo donde la IA nos acompañe pero no nos desconecte de lo esencial.
Estamos artificializando la humanidad sin ni siquiera saber lo que significa nuestra humanidad.
Uff temazo. Preocupante sobretodo en niños y adolescentes.
En lo personal solo ocupo ChatGPT para cosas como “Necesito hacer x cosa en Excel. Dime alguna fórmula o herramienta de análisis que me pueda servir” y he aprendido un montón al ser yo quien ejecuta las acciones.
Pero es verdad lo que dices, hay gente que incluso tiene a ChatGPT de amigo. Se hace indispensable un llamado a tomar conciencia.
Totalmente de acuerdo. Y no nos damos cuenta.